Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871)
Sesión: 4 de marzo de 1869
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Castelar, quien ha solicitado una amnistía
Número y páginas del Diario de Sesiones: 18, 302, 303
Tema: Amnistía

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Yo creía, señores, que más que al enciclopédico pero magnífico discurso que acaban de oír las Cortes, se prestaba esta cuestión a la expresión de generosos sentimientos, a la exposición do nobles y elevadas aspiraciones. Conmover, señores, las fibras de los corazones generosos, llevar al seno de algunas atribuladas familias una consoladora esperanza, hacerse eco, en fin, de las afecciones más caras del hogar doméstico, era tarea fácil y más que fácil agradable en esta cuestión cuando sólo se la mira por una de las diversas fases que presenta, cuando sólo se la considera bajo uno de los muchos y variados aspectos que ofrece.

¡Bendita iniciativa, Sres. Diputados, bendita iniciativa la que se tiene y se ejerce para enjugar lágrimas de dolor! ¡Bendita iniciativa, Sres. Diputados, la que se tiene y se ejerce para consolar al desgraciado! ¡Bendita iniciativa, Sres. Diputados, la que se tiene y se ejerce para llevar la alegría allí donde la tristeza tiene su lúgubre asiento!

El Sr. Castelar ha querido llevar la cuestión por otro lado: yo no he de seguir a S. S. en ese terreno. Se trata de misericordia, y no es cosa de que recordemos ni en poco ni en mucho, ni directa ni indirectamente, las recriminaciones que unos y otros hayamos podido mutuamente dirigirnos. He de decir, sin embargo, alguna cosa al Sr. Castelar sobre la ligera indicación que ha hecho.

S. S. aplaudía mucho la tranquilidad, la paz, el orden que reinara durante los cinco meses en que el Gobierno supremo de la Nación estuvo encargado a simples y sencillos ciudadanos. S. S. ha dicho que ese era el triunfo de la república, y que ese período en que hemos gobernado unos cuantos sencillos ciudadanos ha hecho innecesarios los monarcas y esa magistratura de la corona.

Pues si eso reconoce el Sr. Castelar; si hemos pasado cinco meses sin corona, sin esa magistratura; si sólo unos simples ciudadanos en el poder supremo, en la cúspide del Estado, han podido hacer eso que S. S. aplaude tanto, ¿por qué sin embargo de aplaudirlo nos combate tan crudamente? ¿Por qué no atribuye algo de lo bueno que ha pasado aquí al menos a los que han ocupado durante ese período el supremo poder del Estado? Pero no quiero entrar en esta cuestión.

Señores, el Gobierno provisional quería, como quiere el Sr. Castelar, la amnistía, y la quería tan de corazón, que pretendió solemnizar la apertura de las Cortes Constituyentes con la aplicación de una amnistía amplia, más grande, más absoluta que la que se pide en la proposición de ley que en estos momentos es objeto de discusión; más amplia, más grande y más absoluta de que hay memoria en nuestros anales históricos. Y no podía ser otra cosa, porque en punto a generosidad, no ceden a nadie los individuos que compusieron el Gobierno provisional. Pero señores, discutido, aprobado y hasta firmado el decreto, como lo está por todos los Sres. Ministros, y cuando pensaban publicarlo en solemnidad del fausto acontecimiento que aquí nos reunía a todos, como coronación de la obra que habíamos llevado a cabo, y no sé si estando ya en la imprenta para publicarlo en la Gaceta, o cuando se iba a llevar, recibió el Gobierno provisional tales y tan importantes noticias, se le suministraron tales y tan importantes datos, que se vio en la dura precisión en aquellos momentos, pero en el cumplimiento de su deber, de adoptar medidas enérgicas, tan enérgicas como era necesario que las tomara quien tenía en sus manos los altos destinos de un gran pueblo viéndose obligado a tomarlas para impedir, Sres. Diputados, que la perturbación viniera a turbar el acto solemne de la reunión de los representantes del país, ahogando con el disgusto y el temor consiguiente, la alegría y el entusiasmo con que el pueblo español se preparaba a recibir y solemnizar aquel fausto acontecimiento. [302]

El Gobierno pudo vanagloriarse de haber conseguido el objeto, y las Cortes Constituyentes se reunieron en medio de la paz más absoluta y de la más grande tranquilidad. En efecto, las enérgicas medidas que entonces tuvo el Gobierno necesidad de adoptar, produjeron su resultado.

Se impidió por lo pronto el maquiavélico plan que se fraguaba de demostrar a los países extranjeros que las Cortes Constituyentes se habían abierto en medio de la guerra civil. Las prisiones que a la sazón se llevaron a cabo han traído por consecuencia otras prisiones que todavía se vienen haciendo, aunque en muy pequeña escala, por que en esto el Gobierno es sumamente parco; y de las declaraciones que se han tomado, y de los documentos cogidos va resultando el plan de una vasta conspiración, que el Gobierno no puede dejar de la mano estándose practicando diligencias y siguiéndose procedimientos en averiguación de toda la verdad. El Congreso me dispensará que acerca de esto no diga ni una palabra más, lo que no es posible, atendido el estado de sumario en que se encuentran los procesos que con este motivo se siguen.

Pero yo pregunto, Sres. Diputados: en tal situación las cosas, cuando el Gobierno está al alcance de la conspiración; cuando a pesar de las ilusiones que se hace el Sr. Castelar, se conspira, y se conspira mucho, y se conspira con grandes recursos; y se conspira con fuerzas dentro y fuera de España; cuando se ve que los carlistas siguen alistándose y organizándose y armándose. Y preparándose para echarse al campo; cuando la reacción, no atreviéndose a combatir la libertad de frente, se cala el gorro frigio y procura envolvernos en la anarquía con los siniestros amagos de la guerra civil, ¿cree el Congreso que se puede dar una amnistía sin consultar antecedentes, ni examinar las circunstancias en que el país se encuentra sin prever los resultados que pueden obtenerse?

¡Ah, señores! Tan decidido estaba el Gobierno provisional a publicar el decreto de amnistía y proponérselo a las Cortes Constituyentes, y tan decidido sigue en este propósito, que aún está firmado tal y como quedó en el momento en que hubo de suspenderlo. Pero necesario es que los impulsos del corazón se pospongan ante los deberes de la patria, y sólo los deberes de la patria han podido impedir al Gobierno provisional publicar el decreto en la Gaceta, como impiden hoy al Poder ejecutivo que lo traiga a la aprobación de las Cortes Constituyentes; pero las Cortes Constituyentes pueden estar bien seguras que tan luego como el Gobierno haya hecho todas las averiguaciones que necesita hacer, y por más que se siga conspirando, desde el momento mismo en que no haya peligro ni temor de ninguna especie en dar la amnistía, desde luego la traerá a las Cortes con la mejor voluntad.

Descuiden, pues, los Sres. Diputados; descuido el Sr. Castelar y ahogue S.S. por un momento esos impulsos de su corazón: haga este sacrificio, háganlo también las Cortes Constituyentes, que sacrificio es en los pechos magnánimos y generosos detener los nobles impulsos del corazón; y ojalá, señores, sea este solo el sacrificio que tengamos que hacer para el triunfo de la libertad, para el afianzamiento de la revolución, y quizá, para la integridad del territorio español.



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